Juan Cruz se da a conocer como escultor en diversas convocatorias de comienzos de los cincuenta con una escultura académica muy pulcra. Fue particularmente elogiado en las exposiciones nacionales de Bellas Artes y en las de Primavera al Aire Libre en el Parque del Retiro de Madrid.
Obra Figurativa


Santiago, 1969. Anverso y reverso
Su carrera profesional en aquel entonces estará ligada a la Casa de la Moneda, institución para la que aborda algunas medallas, así como para otras instituciones civiles y religiosas. Sobre su aportación en este ámbito, José Manuel de Aguilar afirmaría:

“Sus obras responden a una fuerte intención expresiva, evidente en la energía plástica con que están formuladas. Ahora bien, Juan Cruz siente la necesidad de una base de partida materialmente, palpablemente sólida, necesidad que satisface por un sentido de lo estructural radicalmente imperativo, tanto en la composición como en el concepto de la forma. El resultado es que su expresionismo queda encuadrado por una espiritualidad denudada de lo accidental, ascética.”
(“La medalla, obra de arte”, ARA. Revista de Arte Religioso Actual, número 19, 1969)

Como ocurrió con otros escultores de su generación, la obra de Juan Cruz ha fluctuado desde la figuración tradicional hasta la abstracción geométrica, pasando por fases de figuración informalista o analítica. Este discurrir ha sido resultado de su inquietud por indagar en la materia, la forma y el espacio, los tres componentes básicos que han preocupado al escultor durante siglos. En este sentido, el periodista Pablo Antonio Panadero resumía su trayectoria en los siguientes términos:
“La primera mitad de su carrera, como una reválida de todo lo estudiado y realizado, fue ortodoxa con el realismo, con las más puras destilaciones clásicas. Escalonadamente va deslizándose de su amartillada formación e imprime a su obra una propuesta de expresión, de ternura casi mística, en donde establece comunión con el espectador y al que brinda su concepción lírica, su arrebatado y a veces su trágico mensaje…”

Siempre su preocupación fue y ha sido la figura humana y su desarrollo, explorando sus posibilidades volumétricas a partir de un acertado trabajo de los materiales tradicionales y de sus múltiples posibilidades, interesándose por el volumen y el bloque. En el desarrollo de estos conceptos se rastrea la influencia de grandes maestros como Brancusi, Arp o Hepworth, así como de los españoles más próximos.



También ha logrado crear un repertorio figurativo de formas estilizadas, sin presencia del hueco, en concomitancia con las propuestas que en la década de los cincuenta y sesenta realizaron Carlos Ferreira, José Planes o Juan Haro, siguiendo la estela de los innovadores Alberto Sánchez y Henry Moore; pero, sobre todo, de su admirado Ángel Ferrant.


