Desde el año 2000 Juan Cruz se ha volcado en desarrollar las posibilidades espaciales que entrañan los trazos más simples. Así, desde un planteamiento minimalista –y como hiciera el ávido Josef Albers en la Bauhaus entre 1920 y 1923–, evoluciona el dibujo geométrico más elemental desde el plano bidimensional al tridimensional, logrando volúmenes complejos de formas abstractas después de recortar, hendir y plegar la superficie de partida. Las piezas resultantes alcanzan la esencia de la escultura, advierten del dominio del lenguaje plástico, y ponen de manifiesto, aún cuando se trata de bocetos en cartulina, la escala monumental con que fueron concebidas.
Obra Abstracta
La enorme capacidad creativa de estos últimos años quedó evidenciada en la exposición organizada en el Museo Francisco Sobrino de Guadalajara en el otoño de 2017. En esta muestra se pudo contemplar una veintena de esculturas resueltas en materiales definitivos diversos; principalmente, chapa de aluminio, de latón oxidado, y de acero corten. Pero también se contemplaron otras ejecutadas en bronce, y en acero tratado con pátinas, en las que el autor quedaba atrapado por el clasicismo y por el oficio secular, preservando un ‘modus operandi’, quizás ajeno a la propuesta sutil en la que deberían situarse estas composiciones, donde el volumen y el espacio están por encima de la materia.
Respetemos esta concesión del maestro, y valoremos en sí la grandiosidad de estas formas sencillas, su capacidad para generar espacios envolventes, para interferir en el entorno cambiante, para inquietarnos ante su presencia.
